viernes, 19 de agosto de 2011

Capitulo 2. La Segunda Edad.

La segunda edad

Creo que es imprudente seguir a esta mujer- les susurró Quejumbrosa.
Pues no parece mala persona, yo por el contrario la considero muy simpática- contestó Terco.
Sigámosla, la verdad, ninguno de nosotros conoce este camino y ella parece sabérselo muy bien- indicó Hefestión.

Veo que desconfían de mi- dijo la joven deteniendo su paso de repente y volteando la mirada hacia ellos- es normal que lo hagan, aunque bueno, pensándolo bien, tampoco deberían de haberme seguido si no confiarán en mí, no?- se dijo a si misma.

Mi nombre es Synia, pero prefiero que me llamen Sy. Vivo acá en el camino Sacrificio con mi esposo Helberth en la última casa del pueblo. Y uds quienes son?- preguntó ella.

-Yo soy Hefestión y ellos Terco y Quejumbrosa-
-Mi nombre no es Quejumbrosa ni el de él Terco, él fue quién nos bautizó asi. Mi nombre real es Eurídice.
- Y yo soy Ronan- dijo Terco interrumpiéndola—
-Ah, con que esos eran sus nombres- exclamó Hefestión- pues hasta el día en que dejen de ser tan problemáticos, para mí serán Terco y Quejumbrosa.
-Bueno, un placer conocerlos- les dijo sonriendo Sy- pero vamos que ya empieza a anochecer.y por acá es muy peligroso estar, asi es que apuremos el paso que ya vamos a llegar.

En el camino Sacrificio todo volvía a la normalidad. Los árboles no crecían invertidos y cada animal habitaba su lugar tradicional, su curiosidad radicaba en el espeso bosque que componía el paisaje.

Como iba anocheciendo, y debido a lo frondoso de la vegetación, el bosque de Sacrificio cobraba un aspecto lúgubre y sombrío. Se escuchaban los búhos en las cercanías y las chicharras empezaron a cantar. Mientras caminaban,  Hefestión sentía que unas sombras los observaban y un aire frío sobre el cuello lo hizo mirar atrás. No obstante, no había nada extraño y decidió entonces proseguir y agilizar el paso.

-Miren ahí está el pueblo- exclamó con alegría Synia-. Mi casa es aquella que se ve al final, la de color amarillo.

Pueblo Sacrificio era muy sencillo. Se componía de pequeñas cabañas hechas en su totalidad de madera, las cuales se contaban alrededor de 25. Tenía un fuente en la que sobresalía el gran oso pardo, símbolo de la región, y en sus bordes escupían chorros de agua dos gran salmones que bañaban las garras del osezno.

A medida que penetraban en el poblado, pudieron observar que no había gente en las calles, y que todas las luces, a pesar de que todavía no había oscurecido en su totalidad, estaban encendidas.

El ruido típico de los pueblos era escaso, y todas las cortinas estaban cerradas. Aunque se podía observar como se abrían levemente para apreciar a los visitantes recién llegados.

-O soy yo, o acá está pasando algo extraño?- preguntó Eurídice.
-Porque siempre tienes que pensar que algo va mal- le replicó Terco- simplemente puede ser que acá la gente se acueste temprano es todo, verdad Sy?.
- Es por los Jugadores de la Noche- contestó con voz de ultratumba ella-
-¿Jugadores de la Noche?- dijo dubitativamente Hefestión-
-Cuando lleguemos a casa les contaré todo- respondió ella.- por eso les dije ahora que el bosque era peligroso cuando anochecía y que debíamos apresurarnos.

El trayecto de 800 metros hasta la casa de Synia transcurrió en silencio. El aspecto de la joven, alegre y jovial usualmente, ahora era de desolación y miedo, lo cual llamó la atención de los viajeros, los cuales no quisieron pronunciar palabra alguna, aunque por dentro tenían un mar de interrogantes. Al cabo de algunos minutos llegaron a la cabaña de Sy.

-Perdón por el desorden- les dijo ella- y acto seguido abrió la puerta de la morada.

Al entrar, observaron una casa con poco muebles, solamente había una mesa con dos sillas, una pequeña estufa, tres banquitos de madera y un mueble muy parecido a una alacena. También se visualizaba un cuarto al final de la cocina, con una prominente cama hecha en madera de roble y una mesa de noche, sobre la cual yacía una vela muy gastada.

-Por favor tomen asiento- dijo ella-.

La joven encendió tres lámparas con canfín. Puso una sobre la mesa principal, otra cerca de la estufa y la última la colocó sobre la mesa junto a su cama.

-Voy a calentar el agua para hacerles un rico té de Rosa de Jamaica- dijo ella con una leve sonrisa-
-Hay algo que todavía no nos has contado Sy- dijo en tono firme Hefestión-. ¿Quiénes son los Jugadores de la Noche?-

Al instante, ella se puso nerviosa y una gota de sudor bajó por su frente.

Eurídice, al notar lo tensa de la situación decidió interrumpir el momento tan incómodo y optó por preguntarle a Synia acerca de Helberth, no obstante, la interrogante la puso aún más nerviosa. De repente, la puerta de la cabaña se abrió y una figura de ojos luminosos se posó sobre ella.

Todos a excepción de Sy, se echaron hacia atrás por el susto y la sorpresa. Aunque al cabo de unos segundos se pudo apreciar que aquel ser, era el esposo de la joven y todos recobraron la compostura y pensaron que aquel efecto luminoso que vieron en sus ojos, fue simplemente producto de su imaginación.






  -Wow, tremendo susto nos llevamos- dijo Ronan recuperando el aliento.
- Disculpen a Helberth- pidió Sy un tanto cabizbaja- de seguro ha pensado que no había nadie en casa.

Al terminar las disculpas de Sy, Helberth entró. Lucía cansado, ojeroso, autista.  Su cabello rubio medianamente largo estaba seco y marchitado. Su rostro tenía viejas cicatrices y su cuerpo pequeño y delgado ya evidenciaba el paso de los años. Sus ropas estaban rasgadas y malolientes, al tanto que sobresalían en sus brazos, sendos tatuajes de gaviotas negras.

-¿Comerás algo?- le preguntó Sy.- Pero no hubo respuesta y acto seguido se metió en la alcoba.
-Tranquila, Sy- le dijo Eurídice, mientras le ponía su mano en el hombro- seguramente tuvo un mal día-
-No es eso…es culpa de DD- replicó ella llorando- y al instante salió corriendo fuera de la casa.


Todos corrieron detrás de Synia, pero la noche profunda y de espesa neblina, permitió perderle el paso. Desesperanzados, decidieron regresar a la cabaña. No obstante, de entre las sombras alguien los observaba…

Con cada paso que daban, otros los seguían. De entre las casas, no se escuchaba ruido alguno, aunque las luces estuvieran encendidas.

Apuremos el paso-dijo Hefestión-. Y así lo hicieron. A medida que avanzaban, la neblina era más densa. La tensión aumentaba y un aire frío empezó a circular.

A lo lejos, se podía divisar una forma humana: un hombre. Sus rasgos no eran muy claros, hasta que la proximidad fuera mayor. Extrañamente, cuando la imagen parecía más precisa, se empezó a dibujar no solo una figura sino dos. Y una de ellas era conocida. Era Helberth.

Sin embargo, cuando estuvieron más cerca de los dos individuos, algo les pareció mal. Ambos hombres permanecían con su mirada hacia abajo y con los ojos cerrados.

El sujeto desconocido vestía un traje parecido al de un monge, color café oscuro con una larga capucha, que le cubría todo el cuerpo. A medida que lo detallan más, observaron sorprendidos como de entre sus mangas aparecían dos garras aterradoras que desembocaban en pequeñas agujas.

-Qué es esa cosa?- exclamó Ronan sorprendido-
-Es DD, corran!!!!!!- gritó una voz a lo lejos-

Al instante, ambos hombres levantaron su mirada y sus ojos se iluminaron…

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